Paraguay llega a 2026 con un clima de optimismo moderado: se proyecta un crecimiento cercano al 4% anual, por encima del promedio regional, apoyado en una política fiscal prudente, un nivel de deuda manejable y un Banco Central con credibilidad. A ese escenario se suman sectores que seguirían empujando la economía, como la construcción e infraestructura, el agroexportador y una base productiva cada vez más diversificada.
El desafío principal vendría desde afuera: desaceleración global, volatilidad de commodities y tasas internacionales aún elevadas. Aun así, el panorama macro apunta a una inflación contenida (en torno al 3,5%–4% hacia fines de 2026) y un tipo de cambio con depreciación moderada. En paralelo, se destacan oportunidades en agro, construcción, manufactura (maquila y alimentos procesados) y servicios tecnológicos/financieros, aunque persiste la vulnerabilidad por clima y demanda externa.
Para atraer más inversión, el foco pasa por sostener estabilidad, seguridad jurídica y reglas claras, además de potenciar capital humano e infraestructura logística. Con energía limpia como ventaja estratégica, Paraguay podría captar industrias más “verdes” y tecnológicas si acompaña con educación técnica y un marco regulatorio moderno.
